|||||
Inicio
Data.Chaco
Urbano
Más
Vademécum
RSS

31.7.13

La maldición del martes


La maldición..., en la revista Ragnarök.  

La revista Ragnarök, que se edita en Corrientes, publicó en su último número (julio de 2013) La maldición del martes. Se reproduce aquí el texto, que forma parte de Sin asunto (antes, Ninguno). 

Leer más

9.7.08

Epílogo

Un día me propuse hallar a Santiago Morante. Me entusiasmaba cada vez más la posibilidad de penetrar en su mundo, tildado de siniestro por algunos y de ingenioso por otros. Aunque, hay que decirlo, para una gran mayoría el mundo de Morante no era ni una cosa ni la otra.
Para ese entonces ya había leído Pensar no es sexy y el Manual del perfecto casanova, de Felipe Varela; Por qué decidí convivir con un pelafustán, de Josefina Alvarado; Poemas escritos debajo de la cama, de Germán Serantes; el artículo del atribulado periodista Usted puede ser víctima de un pelafustán, su eximia Refutación a Felipe Varela, Quién entiende a las mujeres y, claro está, el opúsculo que dedicó a la mujer a la que nunca le confesó su amor.
Me costó mucho hallarlo porque, tras la malograda Oleada de Sensiblería Masculina y la disolución de la Asociación Caminos Escabrosos, Morante se refugió en Ese Lugar Adonde Suelen Ir Los Incomprendidos.
El día menos pensado, lo hallé. Quizá, la suerte me empujó hasta él o, quizá, mi empeño por encontrarlo. No estaba seguro. Sin embargo, cuando estuve frente a él, en lo que dura un destello, comprendí todo: si no hubiera escrito el Manual básico del pelafustán, jamás habría conocido a Morante ni su secreto aposento.
Allí, el atribulado periodista me dijo: “El fracaso es a veces consecuencia de un gran error, pero también suele ser el resultado de un gran acierto. En uno y otro caso, el fracaso sólo sirve para confirmar que, pese a todo, no nos hemos equivocado”.

Leer más

17.6.08

Los Adoradores de las Simples Cosas

La malograda Oleada de Sensiblería Masculina desprestigió a la Asociación Caminos Escabrosos y la arrastró a su desaparición, más allá de que sus miembros ya habían considerado necesaria su disolución al advertir que ellos mismos habían incurrido en algunas vulgaridades en su lucha contra los pelafustanes.
Los poetas que se juntaban los viernes en el café Las Puertas del Averno también cayeron en desgracia tras la Oleada y, a poco de disolverse la Asociación Caminos Escabrosos, dejaron de frecuentarse. Al final, el café cerró sus puertas, también desprestigiado por albergar a estos excéntricos personajes.
Igual suerte corrió el bar del escéptico Miguel Méndez Mendíaz, donde los hombres despechados de la Asociación solían sostener acaloradas discusiones con otros parroquianos, cuando todos estaban ya sumergidos en ese estado al que empuja el vino tinto y en el que gobierna la impertinencia. Testigo mudo de esos encendidos debates, el bar es hoy un cibercafé, al que concurren solitarios internautas dispuestos a convertirse en amantes secretos a través del chat.
En ese contexto, una nueva asociación irrumpió en escena: los Adoradores de las Simples Cosas. Uno de sus impulsores fue el profesor José Luis Gómez Sierra, quien, de acuerdo con algunos testimonios, incurrió en esta apostasía influenciado por el director de la Academia de Artes Pedantes, Roberto Salaberry, un ferviente admirador del escritor Felipe Varela y enemigo declarado de Santiago Morante.
Lo de Gómez Sierra turbó el espíritu noble de quienes integraron la Asociación Caminos Escabrosos y el grupo literario La Vida es una Herida Absurda, al punto que el término “gomeserrista” llegó a instaurarse como sinónimo de tránsfuga y apóstata.
La presentación de la Asociación de los Adoradores de las Simples Cosas formó parte de las actividades de la Feria del Libro y Otras Artesanías, un encuentro anual impulsado por el Departamento de Cultura municipal, donde confluían escritores de dudosas competencias literarias para adularse entre ellos.
Ante un numeroso auditorio, Gómez Sierra presentó en la Feria su “Decálogo de los Adoradores de las Simples Cosas”, en el que, en pocas palabras, plantea cómo hallar el sabor de la vida camino a la verdulería. Se transcribe aquí esa supina apología de la veleidad:
“1. Las simples cosas son las únicas imprescindibles en la vida.
2. Todo adorador de las simples cosas debe abominar de aquellos adoradores de lo complejo. Más de aquellos imberbes intelectuales que dicen que lo complejo se puede abordar de forma simple.
3. Por su simpleza, sigue vigente con toda su fuerza el principio ‘Dios, Patria y Propiedad’.
4. Una madre es la más adorable y simple cosa de la vida, por más que sus hijos anden matando gente en sus vacaciones, mientras ella practica yoga en su casa.
5. Nada más simple que la sociedad siga siendo manejada por los mejores. Y que ellos se queden con todo porque son los que más arriesgan.
6. El orden y la obediencia son valores supremos.
7. Lo que muchos llaman ‘Literatura’ es sólo veleidad intelectual. La mejor poesía es la que no se escribe jamás.
8. Un verdadero simpléfilo nunca piensa por sí mismo. No hay razón para tomarse semejante trabajo, si ya hay quien lo haga por decisión divina.
9. El eufemismo y la grosería son aborrecibles por naturaleza. ¿Por qué decir a alguien: ‘Pensá mejor lo que estás diciendo, necio’, si podemos recurrir a la simple y bella expresión: ‘Andá a cagar, hijo de puta’?
10. La contradicción no existe, y si se presenta ante el camino de un adorador de las simples cosas, lo mejor es negarla o pasar a otro tema”.

Leer más