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9.7.08

Epílogo

Un día me propuse hallar a Santiago Morante. Me entusiasmaba cada vez más la posibilidad de penetrar en su mundo, tildado de siniestro por algunos y de ingenioso por otros. Aunque, hay que decirlo, para una gran mayoría el mundo de Morante no era ni una cosa ni la otra.
Para ese entonces ya había leído Pensar no es sexy y el Manual del perfecto casanova, de Felipe Varela; Por qué decidí convivir con un pelafustán, de Josefina Alvarado; Poemas escritos debajo de la cama, de Germán Serantes; el artículo del atribulado periodista Usted puede ser víctima de un pelafustán, su eximia Refutación a Felipe Varela, Quién entiende a las mujeres y, claro está, el opúsculo que dedicó a la mujer a la que nunca le confesó su amor.
Me costó mucho hallarlo porque, tras la malograda Oleada de Sensiblería Masculina y la disolución de la Asociación Caminos Escabrosos, Morante se refugió en Ese Lugar Adonde Suelen Ir Los Incomprendidos.
El día menos pensado, lo hallé. Quizá, la suerte me empujó hasta él o, quizá, mi empeño por encontrarlo. No estaba seguro. Sin embargo, cuando estuve frente a él, en lo que dura un destello, comprendí todo: si no hubiera escrito el Manual básico del pelafustán, jamás habría conocido a Morante ni su secreto aposento.
Allí, el atribulado periodista me dijo: “El fracaso es a veces consecuencia de un gran error, pero también suele ser el resultado de un gran acierto. En uno y otro caso, el fracaso sólo sirve para confirmar que, pese a todo, no nos hemos equivocado”.

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17.6.08

Los Adoradores de las Simples Cosas

La malograda Oleada de Sensiblería Masculina desprestigió a la Asociación Caminos Escabrosos y la arrastró a su desaparición, más allá de que sus miembros ya habían considerado necesaria su disolución al advertir que ellos mismos habían incurrido en algunas vulgaridades en su lucha contra los pelafustanes.
Los poetas que se juntaban los viernes en el café Las Puertas del Averno también cayeron en desgracia tras la Oleada y, a poco de disolverse la Asociación Caminos Escabrosos, dejaron de frecuentarse. Al final, el café cerró sus puertas, también desprestigiado por albergar a estos excéntricos personajes.
Igual suerte corrió el bar del escéptico Miguel Méndez Mendíaz, donde los hombres despechados de la Asociación solían sostener acaloradas discusiones con otros parroquianos, cuando todos estaban ya sumergidos en ese estado al que empuja el vino tinto y en el que gobierna la impertinencia. Testigo mudo de esos encendidos debates, el bar es hoy un cibercafé, al que concurren solitarios internautas dispuestos a convertirse en amantes secretos a través del chat.
En ese contexto, una nueva asociación irrumpió en escena: los Adoradores de las Simples Cosas. Uno de sus impulsores fue el profesor José Luis Gómez Sierra, quien, de acuerdo con algunos testimonios, incurrió en esta apostasía influenciado por el director de la Academia de Artes Pedantes, Roberto Salaberry, un ferviente admirador del escritor Felipe Varela y enemigo declarado de Santiago Morante.
Lo de Gómez Sierra turbó el espíritu noble de quienes integraron la Asociación Caminos Escabrosos y el grupo literario La Vida es una Herida Absurda, al punto que el término “gomeserrista” llegó a instaurarse como sinónimo de tránsfuga y apóstata.
La presentación de la Asociación de los Adoradores de las Simples Cosas formó parte de las actividades de la Feria del Libro y Otras Artesanías, un encuentro anual impulsado por el Departamento de Cultura municipal, donde confluían escritores de dudosas competencias literarias para adularse entre ellos.
Ante un numeroso auditorio, Gómez Sierra presentó en la Feria su “Decálogo de los Adoradores de las Simples Cosas”, en el que, en pocas palabras, plantea cómo hallar el sabor de la vida camino a la verdulería. Se transcribe aquí esa supina apología de la veleidad:
“1. Las simples cosas son las únicas imprescindibles en la vida.
2. Todo adorador de las simples cosas debe abominar de aquellos adoradores de lo complejo. Más de aquellos imberbes intelectuales que dicen que lo complejo se puede abordar de forma simple.
3. Por su simpleza, sigue vigente con toda su fuerza el principio ‘Dios, Patria y Propiedad’.
4. Una madre es la más adorable y simple cosa de la vida, por más que sus hijos anden matando gente en sus vacaciones, mientras ella practica yoga en su casa.
5. Nada más simple que la sociedad siga siendo manejada por los mejores. Y que ellos se queden con todo porque son los que más arriesgan.
6. El orden y la obediencia son valores supremos.
7. Lo que muchos llaman ‘Literatura’ es sólo veleidad intelectual. La mejor poesía es la que no se escribe jamás.
8. Un verdadero simpléfilo nunca piensa por sí mismo. No hay razón para tomarse semejante trabajo, si ya hay quien lo haga por decisión divina.
9. El eufemismo y la grosería son aborrecibles por naturaleza. ¿Por qué decir a alguien: ‘Pensá mejor lo que estás diciendo, necio’, si podemos recurrir a la simple y bella expresión: ‘Andá a cagar, hijo de puta’?
10. La contradicción no existe, y si se presenta ante el camino de un adorador de las simples cosas, lo mejor es negarla o pasar a otro tema”.

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12.6.08

La venganza

Como suele ocurrir con otras manifestaciones del arte, la Oleada de Sensiblería Masculina se vulgarizó, los textos sensibles fueron de a poco perdiendo su esencia y también calidad, y empezaron a circular escritos de tan bajo talante que bien podrían calificarse de ramplones y groseros.
La voz de alerta la dio la licenciada en Psicología Josefina Alvarado, que se presentó un día en la sede de la Asociación Caminos Escabrosos con una pila de opúsculos dedicados a ella, para denunciar el nuevo fenómeno.
La autora de Por qué decidí convivir con un pelafustán ya había advertido sobre los riesgos de la Oleada de Sensiblería Masculina en las Jornadas Anuales de Debate sobre Género “La integración de la mujer en los ámbitos de decisión de la sociedad actual. Nuevos paradigmas y desafíos en la actividad docente”, organizadas por la Nueva Asociación Feminista “Juana Hidalgo”, donde disertó sobre el tema “La maestra, ¿sigue siendo la segunda mamá?”.
La mayoría de los textos que Alvarado presentó como prueba contenía invitaciones a dar rienda suelta al deseo sexual, formuladas con un lenguaje guarango, repulsivo y hasta amenazador. Se transcribe aquí uno de ellos, aunque, por respeto a la licenciada, algunas palabras, las más indecorosas, fueron reemplazadas (son las que se destacan):
“Un atroz deseo de hacerle el amor me embarga cada vez que la veo. La imagino desnuda frente a mí, dispuesta a consumar conmigo el acto venéreo. No quiero asustarla, pero le advierto que, si la encuentro en la calle, no podré controlarme. Y, entonces, usted sabrá cuánto la amo”.
Textos de este tipo fueron dedicados no sólo a las mujeres dignas de amar, sino también a las demás, pero ni la Asociación Caminos Escabrosos ni Santiago Morante nada pudieron hacer al respecto.
Alarmadas ante la posibilidad de toparse con psicópatas, las mujeres prefirieron desalentar la Oleada de Sensiblería Masculina y refugiarse en la inocencia y candor comprobados del piropo. Algunas volvieron con sus antiguos amantes y otras, antes de consumar una relación amorosa, se aseguraban de que sus hombres se manifestaran como abiertos detractores de Santiago Morante.

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2.6.08

La mujer que se atribuyó un amor

La publicación del opúsculo de Morante tuvo otras sórdidas y disparatadas derivaciones. Las iniciales que el periodista estampó a modo de dedicatoria en la primera página del escrito generaron todo tipo de conjeturas y comentarios infundiosos.
El escritor Felipe Varela y sus seguidores montaron un contumaz operativo tendiente a develar la identidad de la muchacha a la que Morante dedicó el escrito, y, en el afán de dar con ella, al menos cinco mujeres quedaron bajo sospecha sólo porque sus iniciales coincidían con las de la enigmática dedicatoria.
Sin embargo, lo que más sorprendió y descolocó a Morante fue que una de las sospechadas dejó de tener trato con él porque, según confesaron allegados suyos, estaba convencida de que el opúsculo había sido escrito para ella y de que su autor era, cuanto menos, un psicópata.
El periodista le envió una nota a la joven: “No puedo confirmar ni desmentir que seas la mujer a la que dediqué mi opúsculo. No puedo confirmar ni desmentir aquello de lo que no estoy seguro”.

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30.5.08

Primer intento de refutación a Felipe Varela

Entre los primeros Testimonios de despechos que recopiló el periodista Santiago Morante para su Refutación a Felipe Varela se destaca el de un colega suyo, Sebastián Peralta, quien confesó que una vez le declaró su amor a una muchacha y ésta lo rechazó por ser él “demasiado inteligente”. Esa respuesta sorprendió a Peralta, para quien ciertos atributos como la inteligencia son la llave que abre el corazón de toda mujer.
Desesperado por hallar una explicación de su desgracia, Peralta consultó el opúsculo de Felipe Varela, Pensar no es sexy, donde el polémico escritor señala: “La inteligencia, lejos de provocarle desenfrenadas pasiones, invita a la mujer a la apacible consumación de una sublime amistad”. Y agrega: “Es mucho más frecuente escuchar a una mujer jactarse de las cualidades intelectuales de un amigo que de las de su amante, aun en el caso de que éste las posea”.
Aunque sin darle totalmente la razón a Varela, Morante admitía que son pocas las mujeres que se extasían ante la inteligencia. Con todo, el periodista documentó un caso. La poetisa Viviana Larrañaga, miembro del grupo La Vida es una Herida Absurda, le confió que una vez se enamoró de un hombre bien inteligente. Cuando el periodista le preguntó qué del muchacho la había deslumbrado, ella respondió: “Un día, me regaló un sándwich de milanesa”.

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22.5.08

La emulación

Una oleada de sensiblería provocó la publicación del opúsculo que el periodista Santiago Morante había dedicado a la mujer a la que nunca le confesó su amor. Muchas mujeres empezaron a reclamarles a sus amantes que les dedicaran escritos de ese tipo, como una forma de perpetuar su amor por ellas en unas pocas páginas.
Ante esa singular demanda, muchos hombres escribieron opúsculos como el de Morante para satisfacer a sus enamoradas o para conquistar a las chicas de sus desvelos, aunque también algunos, presas del resentimiento, lo hicieron para reprochar esa displicencia propia del amor no correspondido. Así, a poco de la publicación del opúsculo de Morante, ya circulaban tantos escritos como mujeres dignas de amar había.
La profusa producción de textos sensibles, conocida como Oleada de Sensiblería Masculina, alarmó al escritor Felipe Varela y a sus seguidores. Pensar no es sexy, la obra que consagró al epítome del pelafustán, descendió en ventas y en las librerías había una gran demanda de títulos como Compendio de palabras dulces, Catálogo de humillaciones de un enamorado, Breviario de un amor porfiado, Me envilecí para poder amarte, Por tu culpa conocí el Infierno y Me cansé de andar detrás de ti.
Cada uno de ellos estaba dedicado a una mujer, cuyas iniciales figuraban en la primera página, tal como en el opúsculo de Morante. Aunque se dio el caso de que al menos diez trabajos tenían en sus dedicatorias las mismas iniciales. Si bien pudo tratarse solamente de una coincidencia de letras, el asunto inquietó a sus autores.
La Oleada de Sensiblería Masculina provocó otras situaciones insólitas y dramáticas. Algunas mujeres abandonaron a sus amantes sólo porque sus escritos no estaban a la altura de sus expectativas y se mostraban dispuestas a entregarse a hombres con más talento en el arte de escribir.
A causa de esto, no fueron pocos los que se inscribieron en el curso acelerado de Redacción de Misivas que se dictaba en la Academia de Artes Pedantes, con el fin de adquirir en un santiamén las competencias básicas para redactar un texto. El curso incluía nociones elementales de ortografía y gramática, pero los que lo aprobaban egresaban de la academia con la convicción de que nada tenían que envidiar a Gabriel García Márquez. Ése era, después de todo, el objetivo de la institución: fomentar la ínfula. Así, los egresados del curso de taxidermia se sentían avezados cirujanos y los del de albañilería, distinguidos ingenieros.
Los poetas del grupo literario La Vida es una Herida Absurda, en cambio, recibieron todo tipo de propuestas amorosas sólo por su mal ganada fama de eximios literatos. El escritor Germán Serantes, por ejemplo, se consagró con sus Poemas escritos debajo de la cama, después de haber amado en secreto a la novia de otro de los miembros del grupo literario, aquellos viernes en que no asistió a las reuniones en el café Las Puertas del Averno porque debía cuidar a su pobre madre enferma.
En un intento desesperado por contrarrestar la incontrolable Oleada de Sensiblería Masculina, Felipe Varela llamó a un boicot contra los textos sensibles y reeditó su ya olvidado Manual del perfecto casanova, donde revela, en diez capítulos, cómo conquistar a una mujer con estrategias rayanas en la procacidad. Sin embargo, a poco de ser relanzado, el Manual... fue retirado de los mostradores de las librerías.
Los miembros de la Asociación Caminos Escabrosos sintieron que, por fin, su prédica había calado hondo en los corazones y en las mentes de los hombres. Su encarnizada lucha contra los pelafustanes había llegado a su punto culminante.

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La venganza de los necios

Los mejores escogen una cosa en lugar
de todas: gloria perpetua en lugar
de cosas mortales; pero la mayoría
es saciada como el ganado.

Heráclito

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19.5.08

Epílogo de amor

Santiago Morante, en una manifestación extrema de su condición de no-pelafustán, se propuso cierta vez seducir a una mujer sin confesarle jamás lo que sentía por ella. El periodista estaba convencido de que la omisión resultaba a veces más reveladora que una abierta declaración de amor.
Morante, al igual que los demás miembros de la Asociación Caminos Escabrosos, despreciaba el acoso como estrategia de seducción, pese a que la licenciada en Psicología Josefina Alvarado, en una entrevista con el periodista, admitió que toda mujer se mostrará inexorable hasta ver al hombre que la pretende convertido en un gasterópodo, como una forma de asegurarse de sus buenas intenciones.
Morante pretirió de las consideraciones de Alvarado y sólo incursionó en algunas insinuaciones inevitables, como invitar a la muchacha a tomar un café, regalarle flores y halagar su belleza.
El periodista consiguió salir dos veces con la chica, pero, decidido a cumplir con su objetivo, hizo un gran esfuerzo para no confesarle su amor y, en especial, para contener su deseo de abalanzarse sobre ella y robarle un beso.
Después de un tiempo de acechos modestos, Morante tomó distancia de la joven, a pesar de que su interés y su desesperación crecían a raudales. Entonces, resolvió dar el gran paso: escribió un opúsculo para dedicárselo a la muchacha, su musa inspiradora.
El periodista nunca supo si ella leyó alguna vez el escrito, ni si, de haberlo hecho, advirtió que las iniciales estampadas en la primera página eran las suyas.
Lo de Morante puede ser calificado por no pocos de patético. Sin embargo, los hombres nobles eligen siempre los caminos más escabrosos para alcanzar sus metas. Quizás los pelafustanes no alcancen a entenderlo.

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El pelafustán en el trabajo

Los miembros de la Asociación Caminos Escabrosos consideraban que el pelafustán alcanza su máxima expresión en el trabajo, ámbito en el que, como en el matrimonio o el concubinato, afloran las peores miserias humanas. Lo definen así: “Sin tener autoridad, es un duro crítico de sus pares y se pone a sí mismo como ejemplo; busca todo el tiempo ascender en la escala jerárquica, es adulador de sus jefes y recurre a efectivas triquiñuelas para ocultar su holgazanería. En rigor, el pelafustán es servil, rastrero, obsecuente y alcahuete”.
El periodista Santiago Morante escribió un artículo sobre cómo se desempeña un pelafustán en el trabajo. Titulado con escaso ingenio y exagerado dramatismo Usted puede ser víctima de un pelafustán, el escrito reseña las trampas laborales más frecuentes de este singular personaje. Se rescata aquí una de las frases más significativas: “El pelafustán hará todo lo posible para llegar más tarde e irse más temprano (del trabajo). Y, peor aún, en esas pocas horas de permanencia, hará también todo lo posible para trabajar menos, cuando no, para no hacerlo”.
Pero, sin dudas, el párrafo más revelador es el siguiente: “El pelafustán aparece siempre ocupado. En realidad, no está ocupado; simula estarlo. Si usted en su trabajo ve a alguien que va de un lado a otro sin razón, con el rostro desencajado, como si le hubieran avisado que lo peor está a punto de suceder, si no es el jefe, es un auténtico pelafustán”.
El trabajo de Morante contempla, además, 34 tipos de pelafustán según su desempeño laboral. El número, sin dudas, resulta excesivo, pero Morante prefirió caer en la reiteración y la redundancia con tal de impresionar a través de la cantidad. Con todo, el mérito del periodista radica en que todas las categorías establecidas empiezan con “p”.
Se seleccionaron para este manual sólo tres, ya que las 31 restantes confluyen de algún modo en ellas: el pelafustán “pedante”, que se jacta de sus supuestas competencias, pone siempre la “experiencia” por encima del conocimiento académico y justifica que él está donde está por decisión propia, porque bien pudo haber estado en la NASA. El pelafustán “pérfido”. Su fin es perjudicar a los demás y sus medios son la alcahuetería, el chisme y la adulación. En general, es una persona amable, atenta y cordial, pero oculta tras esas virtudes el puñal con el que asestará todo tipo de traiciones. Y, finalmente, el pelafustán “pilatos”. Su nombre lo dice todo.

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2.5.08

El pelafustán y los avatares de la vida

Decían en la Asociación Caminos Escabrosos que el tiempo parece detenerse cada vez que uno tiene el infortunio de toparse con un pelafustán ansioso por comentar lo que le pasó en las últimas 24 horas. El pelafustán, dotado en la mayoría de los casos de una locuacidad extraordinaria, es capaz de otorgar a los avatares más cotidianos de la existencia humana la magnificencia propia de las odiseas.
Los miembros de la Asociación, por el contrario, hacían del silencio y la omisión un verdadero culto. Estaban persuadidos de que nada de lo que les ocurría tenía la suficiente trascendencia como para ser tema de comentario y mucho menos de jactancia.
En cambio, el pelafustán, desprovisto de todo apego a la prudencia, se jacta hasta de aquello que los demás ocultan por vergüenza, y tiñe sus más sórdidas experiencias con el color de la aventura.
Así, es habitual que el pelafustán plantee todo ejercicio de catarsis como si fuera una competencia. Cuando alguien confiesa “hoy tuve un mal día”, el pelafustán reacciona sin contemplación: “Me vas a decir a mí que...”. Y comienza, sin el permiso de sus interlocutores, una tediosa exposición de sus desgracias.

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26.4.08

El pelafustán y las mujeres

Es en el terreno de la conquista donde el pelafustán resulta irredimible. Es frecuente que una mirada casual de una mujer sea para él la invitación clara a dar rienda suelta al deseo sexual o una declaración de amor incontenible.
Los miembros de la Asociación Caminos Escabrosos se animaron a confesar más de una vez que jamás habían sido blanco de una mirada femenina tan reveladora. Y hasta se animaban a decir que nunca habían conocido a mujeres con tanta capacidad de trasmitir ocultas pasiones a través de sus ojos. Santiago Morante fue más allá: reveló que si algo pudo percibir en la mirada de una muchacha, eso fue desprecio.
En general, el pelafustán tiene éxito con las mujeres. La mayoría de las veces, sus conquistas están precedidas de frecuentes cortejos emparentados con el experimento del perro de Pavlov y de otras innumerables situaciones humillantes.
A los no-pelafustanes les cuesta más alcanzar ese objetivo, y no son pocos los casos en que, desilusionados de la dama que los desvela, abandonan todo intento de conquistarla porque, para ellos, es preferible renunciar a un amor antes que perder la dignidad para siempre.
¿Son los pelafustanes, entonces, seductores irresistibles? Quizá la respuesta a este interrogante la dé la licenciada en Psicología Josefina Alvarado, autora del libro Por qué decidí convivir con un pelafustán, que afirma: “Después de todo, la mayoría de los hombres sólo sirve para darnos hijos y, en cierta medida, protección. La satisfacción intelectual y sexual deben buscarse fuera de casa”.
La frase fue extraída de una disertación de la autora del libro en la Asociación Feminista “Juana Hidalgo de Machado”, entidad de la que surgió, años después de su creación y por diferencias internas, la Nueva Asociación Feminista “Juana Hidalgo”.
Aunque categórica, la afirmación de Alvarado no agota la discusión sobre el tema. Bien podría pensarse que, si las mujeres eligen a los pelafustanes como esposos o parejas, los no-pelafustanes están destinados a ser amantes u objetos de saciedad intelectual, o ambas cosas a la vez. El asunto no es tan simple. El periodista Santiago Morante no pudo comprobar caso alguno, quizá porque los no-pelafustanes, a diferencia de los pelafustanes, son lo suficientemente reservados y humildes como para admitirlo.

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22.4.08

Indagación sobre un pelafustán

En la Asociación Caminos Escabrosos consideraban al escritor Felipe Varela como el epítome del pelafustán. Varela había escrito el libro Pensar no es sexy, que mereció el desprecio de todos los miembros de la organización. Varela, autor de otro opúsculo polémico, Yo sí voté a Menem, declamaba con desparpajo que, para cortejar a una mujer, resultaba más eficaz un piropo que un poema escrito con tinta sangre.
El autor parte de la etimología de la palabra piropo (del griego, pyr-opós, que significa “aspecto de fuego”) para fundamentar que la indagación “qué estará pasando en el Cielo que los ángeles están en la Tierra” es infalible en el arte de la conquista.
Santiago Morante, periodista y miembro de la Asociación Caminos Escabrosos, indignado por la obra de Varela, refutó a éste en una charla organizada por el grupo literario La Vida es una Herida Absurda, cuyos miembros se reunían todos los viernes por la noche en un café de mala fama, Las Puertas del Averno.
El periodista develó allí que él había sido capaz de conquistar a muchas mujeres con textos más elaborados que el piropo. Cada asistente a la charla recibió como muestra un escrito con el que Morante había logrado estremecer el corazón de una dama. Se lo transcribe aquí:
“Según la mitología griega, la mirada de la gorgona Medusa convertía a los hombres en piedra; ver a una diosa desnuda significaba la muerte del observador y Orfeo perdió a su amada Eurídice sólo por mirar hacia atrás. Del mismo modo, según el relato bíblico, la mujer de Lot quedó convertida en una estatua de sal, también por mirar hacia atrás cuando Sodoma y Gomorra eran destruidas. Una mirada puede provocar desgracias, pero también la dicha. El poeta Ovidio dice que ‘la mujer que tú quieras has de buscarla con tus propios ojos’ y que ‘el amor se alimenta de tiernas miradas’. A la búsqueda de una mirada reveladora dedicamos, quizá, gran parte de nuestras vidas. Y cuando uno al fin siente que la ha encontrado, sobreviene la desgracia o la dicha. Tu tierna mirada tiene para mí el poder de los ojos de Medusa, y cuando estoy frente a vos temo mirar hacia atrás y perderte para siempre. Aun así, la dicha es tan grande que si me privas de ella, será para mí una verdadera desgracia”.
Pese a la conmoción que provocó el escrito de Morante, algunos incrédulos dudaron de que una mujer pudiera ser seducida con esas palabras. El escepticismo fue tal que el grupo literario se dedicó por unas semanas a analizar el texto del periodista, a fin de dilucidar su capacidad de persuasión.
El escritor Germán Serantes, autor de Poemas escritos debajo de la cama, opinó que había párrafos que sólo servían para impresionar; es decir, acusaba a Morante de darle más importancia a sus conocimientos sobre mitología y al hecho de haber leído a Ovidio que a explicitar con claridad sus sentimientos hacia la muchacha.
En esa misma línea, Miguel Méndez Mendíaz, el más escéptico de todos los poetas del grupo, objetó que el escrito se presentaba como un abierto desafío intelectual, puesto que, a diferencia del piropo (de compresión universal), el trabajo del periodista exigía que el destinatario poseyera un mínimo de información. En definitiva, Méndez Mendíaz descreía de que una mujer pudiera dejarse seducir por aquello que está fuera de su alcance.
En contraposición, el profesor en Letras José Luis Gómez Sierra, que llevaba 27 años escribiendo una novela (aún inconclusa), consideró que el texto en cuestión, pese a su prosa periodística, era poético, porque ubicaba la mirada de la mujer pretendida por Morante en un plano trágico. Y agregó que, aun en el caso de no haber sido comprendido cabalmente por la chica, el texto cuanto menos pudo haber despertado compasión en ella.


Ilustración: La mujer de Lot, Horacio Maniglia

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19.4.08

Caracterización del pelafustán

Pese a que el Diccionario de la Real Academia Española lo define como una persona insignificante y mediocre, un pelagatos, el pelafustán adquiere en este manual una significación un poco más amplia, aunque siempre con la medianía como rasgo principal. Así, el pelafustán deviene aquí en una entidad social con límites algo imprecisos, pero no por ello difícil de identificar.
En la búsqueda de un perfil más acabado del pelafustán, el objetivo de este manual, resultó de incuestionable valía el trabajo desarrollado al respecto por la Asociación Caminos Escabrosos, una organización creada con el fin de desprestigiar públicamente a los pelafustanes.
Pese a haber desarrollado una intensa actividad, el grupo se desintegró poco después porque sus miembros consideraron que, en el cumplimiento de sus objetivos, ellos mismos habían incurrido en algunas vulgaridades. La disolución de la Asociación fue una actitud noble de sus integrantes, que, según algunos testimonios, se sintieron “cooptados” por su adversario.
La primera tarea a la que se abocó la Asociación fue establecer algunas pautas de cómo identificar a un pelafustán. Un documento recuperado en el local donde funcionó la sede de la Asociación, entre otros papeles sin valor, se titula Caracterización del pelafustán. A pesar de que las acotaciones encabezadas con “en rigor” evidencian el ánimo resentido de sus autores, el escrito aporta datos interesantes. Se transcriben aquí algunos de ellos:
“El pelafustán casi siempre se define como una persona simple, desinteresada por las cuestiones profundas de la existencia; su afán es disfrutar sin restricciones de este corto paso por la Tierra. En rigor, el pelafustán es un tilingo.
El pelafustán se dice frontal, espontáneo; declara despreciar los ambages y, con frecuencia, no mide sus palabras. En rigor, el pelafustán es maleducado, soez e impertinente.
El pelafustán declama disfrutar en todo momento de las pequeñas cosas. En rigor, el pelafustán es un ser insustancial; sólo él puede hallar el sabor de la vida camino a la verdulería.
El pelafustán, en general, desprecia el arte, la literatura y todo aquello vinculado con la satisfacción intelectual y espiritual. En rigor, también hay pelafustanes en los círculos denominados intelectuales y de la cultura”.

El documento contiene más juicios de este tipo; sin embargo, hay uno que sobresale particularmente: “El pelafustán afirma a menudo que, si hubiese nacido mujer, sería puta”. Esta sentencia provocó acaloradas discusiones entre los miembros de la Asociación y, al final, su inclusión en la Caracterización… no fue una decisión unánime.

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18.4.08

Presentación

El Manual básico del pelafustán, La venganza de los necios y (ninguno), escritos por mí con el seudónimo de Orfeo, se han conservado sólo porque mis amigos son demasiado generosos. Los textos, que serán publicados en este blog, no son más que improperios avalados por ellos, que, pese a ser gente respetable intelectualmente, han manifestado un desmedido interés por el trabajo. Claro que lo hicieron sólo para calmar mi insoportable ansiedad.
No bien terminé el Manual…, y en un acto canallesco, les envié el texto por correo electrónico, con el siguiente mensaje:
Amigos:
Les envío el
Manual Básico del Pelafustán. Leerlo les demandará menos de 30 minutos y disfrutarlo, casi nada. Escribirlo significó para mí confirmar una sospecha: sólo un profundo deseo de redención puede llevar a alguien a manifestarse abiertamente contra su propia condición. Sé que, por su módica extensión y su nulo valor literario, el Manual... resultará insuficiente para saciar ese deseo. Pero es un primer paso; quizá, haya otros más. Como en los reality-shows, esa decisión depende de ustedes.
Con el Manual básico del pelafustán avalado, surgió después La venganza de los necios. (ninguno), en cambio, es sólo una desvergonzada reincidencia.
Mi agradecimiento a mis entrañables amigos y también a aquellos que, sin haber cultivado una amistad conmigo, han perdido su valioso tiempo para leer los textos y se han preocupado por hacer comentarios condescendientes.

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