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19.5.08

Epílogo de amor

Santiago Morante, en una manifestación extrema de su condición de no-pelafustán, se propuso cierta vez seducir a una mujer sin confesarle jamás lo que sentía por ella. El periodista estaba convencido de que la omisión resultaba a veces más reveladora que una abierta declaración de amor.
Morante, al igual que los demás miembros de la Asociación Caminos Escabrosos, despreciaba el acoso como estrategia de seducción, pese a que la licenciada en Psicología Josefina Alvarado, en una entrevista con el periodista, admitió que toda mujer se mostrará inexorable hasta ver al hombre que la pretende convertido en un gasterópodo, como una forma de asegurarse de sus buenas intenciones.
Morante pretirió de las consideraciones de Alvarado y sólo incursionó en algunas insinuaciones inevitables, como invitar a la muchacha a tomar un café, regalarle flores y halagar su belleza.
El periodista consiguió salir dos veces con la chica, pero, decidido a cumplir con su objetivo, hizo un gran esfuerzo para no confesarle su amor y, en especial, para contener su deseo de abalanzarse sobre ella y robarle un beso.
Después de un tiempo de acechos modestos, Morante tomó distancia de la joven, a pesar de que su interés y su desesperación crecían a raudales. Entonces, resolvió dar el gran paso: escribió un opúsculo para dedicárselo a la muchacha, su musa inspiradora.
El periodista nunca supo si ella leyó alguna vez el escrito, ni si, de haberlo hecho, advirtió que las iniciales estampadas en la primera página eran las suyas.
Lo de Morante puede ser calificado por no pocos de patético. Sin embargo, los hombres nobles eligen siempre los caminos más escabrosos para alcanzar sus metas. Quizás los pelafustanes no alcancen a entenderlo.

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